En noviembre hemos quedado en el pueblo de Horcadas, en la margen izquierda del embalse de Riaño. No éramos muchos: siete personas. Horcadas es un pueblo pequeño, con algunas casas de piedra preciosas. En la parte norte del pueblo, al lado de la iglesia, parte una pista entre retamas y robles.
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| Iniciando la marcha hacia el Collado El Baile |
La temperatura es suave y el cielo está mayormente despejado. La pendiente es suave y vamos conversando con tranquilidad. Pasamos una portilla de madera.
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| Paramos en un portillo de madera |
Seguimos hacia arriba. Pronto llegamos al lugar donde tenemos que tomar una desviación hacia Carande. Decidimos seguir hasta acercarnos hasta el collado El Baile, para ver el paisaje hacia Riaño.
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| En lo alto del collado El Baile |
Desde el collado vemos la senda que lleva hasta el pico Gilbo. Hay gente subiendo o bajando esta cumbre cercana. Hacia el norte vemos el pueblo de Riaño y parte del embalse. En el horizonte norte está la sierra de Riaño quemada en parte tras los incendios de este verano.
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| Vistas al norte, la Sierra de Riaño |
Hay algunos árboles con los colores pardos de otoño. Nos damos la vuelta y descendemos de nuevo hacia el sur. El paisaje, con los colores del otoño, es muy sugerente.
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| Retrocedemos un poco al sur. Paisaje otoñal |
Regresamos al punto donde se desvía la ruta. Son las dos y cuarto, un poco temprano, pero decidimos quedarnos allí a comer. Es un lugar agradable y al sol. A partir de aquí, el camino desciende y no parece sencillo encontrar lugares soleados adecuados para comer.
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| Paramos aquí a comer, al pie del pico Gilbo |
Comemos tranquilamente sentados en la hierba. Compartimos conversación y alimentos. Incluso hay tiempo para descansar en la sobremesa. Con más fuerzas reemprendemos la marcha. Ahora el camino desciende por un valle hasta adentrarse en un robledal.
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| El camino desciende por un valle al lado de un robledal |
La pendiente no es fuerte y se camina con comodidad entre la hierba mullida. A lo lejos tenemos la silueta inconfundible del Espigüete
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| Caminamos cómodamente. Al fondo el Espigüete |
Pronto la pista sigue por un tupido bosque de robles. El suelo está cubierto de hojas caídas. Hay una calma y un silencio impresionantes que rompemos con nuestras pisadas.
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| Un tranquilo bosque de robles |
Este tramo del camino va por zona sombreada y el día está fresco. Vamos bien abrigados. Hay previsión de que a última hora de la tarde puede caer algo de lluvia. De momento no hay riesgo inminente de precipitaciones.
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| Seguimos caminando por el robledal |
Más tarde, la pista gira hacia el este y sigue por el límite del bosque. Ahora vemos abajo la carretera que lleva a Riaño, y las montañas al otro lado de la carretera con sus laderas cubiertas de vegetación.
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| La pista sigue al borde del bosque |
La pista se convierte en una senda más estrecha y desciende directa hacia el pueblo de Carande.
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| Descendemos hacia la carretera |
Teníamos pensado cruzar por un paso bajo la carretera. Pero un corral de ganado y unas indicaciones nos desvían directamente sobre ella. Cruzamos la carretera al lado de Carande y tomamos otra pista por la que discurre el camino Vadiniense o Camino de Santiago del norte, que une el monasterio de Santo Toribio de Liébana, en Cantabria, con el camino francés en Mansilla de la Mulas.
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| Por el camino Vadiniense |
Este tramo de pista discurre cerca de la carretera de Riaño. Es muy llano y cómodo para pasear. A los lados tenemos praderas.
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| Camino muy cómodo |
En poco tiempo, tras una curva, llegamos a un paso bajo la carretera y poco después llegamos de nuevo a Horcadas, nuestro punto de partida.
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| Entrando ya en Horcadas |
Una excursión realmente muy cómoda y sencilla. Hemos recorrido unos siete kilómetros con 200 metros de desnivel. Hemos visto paisajes bonitos, montañas y bosques. Lo ideal para el otoño.















